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7 de junio de 2015

El cuerpo glorificado. Las transformación de los cuerpos.

Noviembre mes de efecto y gracia--->
<---El Alma. ¿Qué es el Alma?


El cuerpo glorificado, la transformación de los cuerpos, la resurrección de la carne, son todos términos que se refieren al tránsito final, definitivo y eterno con la cual algún día todos los que pasaron por este mundo, serán parte de ésa manifestación divina que en la Biblia habla de un día glorioso, espectacular y lleno de gozo; en un abrir y cerrar y ojos todos seremos transformados según la Omnipotencia de Dios.

En la actualidad, como Hijos de Dios, poseemos cuerpos terrenales (1 Co.15:40), que son mortales y corruptos por el pecado (1 Co.15:42) pero que serán trasformados en el futuro (Fil.3:21). Para que el verdadero creyente pueda ser resucitado para vida eterna o si éste vive y está en Cristo, tendrá que ser previamente trasformado o glorificado para tal efecto (1 Co.15:51-52).
Es imposible que el creyente no sea glorificado cuando Cristo venga al mundo por segunda vez, ya que se requiere un cuerpo idóneo para reinar con él todo un largo milenio en una Tierra ya regenerada para entonces (Mt.19:28), y para toda una eternidad después que Cristo entregue el Reino al Dios Padre (1 Co.15:24).

Cuando San Pablo se refiere al cuerpo espiritual (1 Co.15:46), no trata de decir que será incorpóreo o etéreo en su glorificación o en su transformación perpetua. Sencillamente indica que el cuerpo tendrá características celestiales («la imagen celestial», 1 Co.15:49), como Cristo las tuvo en el momento de su resurrección (Mr.16:6; Ro.1:4; 10:9). Cristo negó ser un espíritu incorpóreo:
«Mirad mis manos y mis pies, soy yo mismo; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como véis que yo tengo» (Lc.24:39).

Cuando Cristo fue levantado del frió sepulcro, poseía un cuerpo de carne y huesos (Jn.24:39), pero la diferencia entre un cuerpo mortal y terrenal y el suyo es que había un cambio de transformación gloriosa por el poder de Dios para no sufrir corrupción jamás después de su resurrección (Hech.2:24-31). La Biblia dice que cuando Cristo se manifieste visiblemente al mundo, en su segunda venida poderosa, seremos semejantes a él; y se cumplirá en el momento del descenso del Hijo del Hombre a la Tierra (1 Ts.4:16.17; Mr.13:26-27; Lc.21:27; 1Jn.3:2; Ap.1:7).

La Biblia además da entender con claridad que el acto de la resurrección gloriosa no trasformó a Cristo en otra ser, sino que siguió siendo precisamente la misma persona u hombre, pero en una condición diferente. Cuando Cristo regrese a juzgar a los hombres de todas las naciones de la Tierra (Mt.25:30-46) y a reinarlo con poder (Sal.2:6-9; Dn.2:44; 7:13-14; Ap.2:26-27), será indudablemente como un hombre hecho y derecho (1 Tim. 2:5), pero en un estado de glorificación que lo hacen corporalmente diferente al resto de los individuos mortales que integran la humanidad.

¿EN QUÉ CONSISTE LA RESURRECIÓN?

La resurrección consiste en la re-unión del alma individual con el cuerpo que tuvo la persona cuando vivía en la tierra.

La Iglesia, al hacer una afirmación de la resurrección de los cuerpos, se apoya fundamentalmente en la resurrección de Cristo, vencedor de la muerte, como pudo comprobarlo en sus apariciones, como dirá San Pablo. Jesús mismo tuvo que defender la doctrina de la resurrección ante los saduceos (cf Mt 22,23-33).

La resurrección de los muertos tendrá lugar al final de la historia, con la venida del Señor en la parusía. Así lo ha confesado la Iglesia en toda su historia desde el símbolo Quiumque hasta el Credo del pueblo de Dios y el Catecismo de la Iglesia católica:
«En el último día», en el acontecimiento de la parusía del Señor, ocurirán éstas cosas. (CEC 1001).

Según la fe de la Iglesia, resucitaremos con los mismos cuerpos que ahora tenemos, pero transfigurados ó transformado en gloria:
«Cristo resucitó con su propio cuerpo: "Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo" (Lc 24,39); pero él no volvió a una vida terrena. Del mismo modo, en él, "todos resucitarán con su propio cuerpo, que tienen ahora" (concilio de Letrán IV: DS 801), pero este cuerpo será "transfigurado en cuerpo de gloria" (Flp 3,21), en "cuerpo espiritual" (1Cor 15,44)» (CEC 999).

Este realismo de la fe cristiana es el que hacía decir a san Ireneo: «Que nos digan los que afirman lo contrario, es decir, los que contradicen a su salvación:
¿en qué cuerpo resucitaron la hija muerta del gran sacerdote y el hijo de la viuda al que llevaban muerto cerca de la puerta de la ciudad y Lázaro que había estado ya en la tumba cuatro días?
Evidentemente, en aquellos mismos cuerpos en que habían muerto; porque si no hubiera sido en aquellos mismos, no habrían sido ya estos muertos los mismos que resucitaron».

Y esta es también la Fides Damasi: «Creemos que el último día hemos de ser resucitados por él en esa misma carne en que ahora vivimos» (DS 70) y la confesión de León IX: «Creo también en la verdadera resurrección de la misma carne que ahora llevo» (DS 684). Y la profesión de fe prescrita a los valdenses: «Creemos en la resurrección de esta carne que llevamos y no de otra» (DS 797).

Solía decir San Agustín que, en la polémica contra el cristianismo, nada era más rechazado por los paganos que la doctrina de la resurrección de los cuerpos, a lo que respondían los padres de la Iglesia:

-Dios, que creó al hombre de la nada, tiene poder para resucitarlo: él sabe cómo y de dónde resucitarlo;

-Dios puede resucitar nuestros cuerpos corrompidos, como es capaz de hacer milagros por encima de las leyes de la naturaleza;

-recurren a imágenes, como la de la semilla, expuesta por Pablo, siempre resulta esclarecedora. Esta imagen sirve para explicar la continuidad y la transformación que supone la resurrección de nuestros cuerpos.

LA GRAN TRANSFORMACIÓN

¿Qué nos enseña el undécimo artículo del Símbolo del Catecismo Católico?

El undécimo artículo del Símbolo nos enseña que al fin del mundo, antes del último juicio, el alma de cada hombre se unirá a su propio cuerpo, para no volverse a separar. Todos resucitarán: tanto los que hayan muerto antes de aquellos tiempos, como los que mueran entonces.

¿Por qué se dice la resurrección de la carne?

Porque en esta segunda unión del alma y del cuerpo, el cuerpo, y no el alma, es el que revive.

¿Cómo se prueba el dogma de la resurrección?

Pruébase:
1º Por la enseñanza de la Iglesia, que lo afirma en sus Símbolos, y que ha definido, en el cuarto concilio de Letrán, que todos los hombres resucitarán con sus propios cuerpos.

2º Por la Sagrada Escritura: “Sé que mi Redentor vive, y que yo he de resucitar del polvo de la tierra en el último día, y de nuevo he de ser revestido de esta piel mía, y en esta mi carne veré a mi Dios: a quien he de ver yo mismo en persona, y no por medio de otro, y a quien contemplarán los mismos ojos míos.
Esta es la esperanza que en mi pecho tengo depositada” (Job., XIX, 25-27) – “y la muchedumbre de los que duermen o descansan en el polvo de la tierra, despertará: unos para la vida eterna, y otros para la condenación, la cual tendrán siempre delante de sí” (Dan., XII, 3)
– “Tú, oh perversísimo príncipe, nos quitas la vida presente; pero el Rey del Universo nos resucitará algún día para la vida eterna, por haber muerto en defensa de sus Leyes” (II Mac., VII, 9)

– “Todos los que están en los sepulcros oirán la voz del Hijo de Dios; y saldrán los que hicieron buenas obras a resucitar para la vida eterna; pero los que las hicieron malas obras, resucitarán para ser condenados” (Juan V, 28, 29)

– “Quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el último día” (Juan VI, 55)

– “Dícele Jesús (a Marta): Tu hermano resucitará. Respóndele Marta: Bien sé que resucitará en la resurrección universal, que será en el último día” (Juan XI, 23, 24)

– “Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó.., Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos, y ha venido a ser como las primicias de los difuntos. Porque así como por un hombre vino la muerte al mundo, por un hombre debe venir también la resurrección de los muertos.

Que así como en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados” (I Cor., XV, 16-22) – “En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, al son de la última trompeta: porque sonará la trompeta, y los muertos resucitarán en un estado incorruptible, y entonces nosotros seremos transformandos” (I Cor., XV, 52).

¿Puede probarse por la razón la conveniencia de la resurrección?

Sí: la razón suministra tres principales argumentos de conveniencia en favor del dogma de la resurrección.

1º El destino del alma del hombre es estar unida al cuerpo, que es su complemento natural: por eso desea estarle unida y se manifiesta en contra el estar de él separada; luego, después de la muerte ha de aspirar a volverse a unir con él, para no quedar incompleta; pues si el cuerpo no resucitase, el hombre, obra predilecta de Dios, permanecería eternamente en un estado contranatural.
2º Siendo el cuerpo en este mundo el instrumento natural del alma para el bien o para el mal, es justo que participe de las recompensas o de los castigos de la otra vida.

3º Si el hombre, que es el resumen de la creación, no resucitara, faltaría durante toda la eternidad un grado en la escala de los seres: el grado que media entre los espíritus y los cuerpos.

¿Ofrece la naturaleza imágenes de la resurrección?
1° Sí: el árbol que privado, al parecer, de vida durante el invierno, renace en la primavera;

2° el grano de trigo que, después de haberse podrido en la tierra produce en el verano lozana espiga;

3° la oruga que sepultada en su capullo, sale de él convertida en mariposa,
son otras tantas figuras de la resurrección del hombre. “Dios, antes de consignar en las Escrituras la creencia en la futura resurrección de los cuerpos, la depositó en las obras de este mundo; y antes de enseñarla por su palabra, la manifestó por su poder. (TERTULIANO).

¿Es posible la resurrección de los muertos, dada la descomposición y la destrucción de los cuerpos después de la muerte, y sobre todo después de tantos siglos?

Sí, porque aunque nuestra razón extrañe el prodigio de la resurrección al fin de los tiempos, hay que tener presente que a la omnipotencia de Dios le será tan fácil reunir los elementos esenciales de nuestros cuerpos como le fue tan fácil sacarlos de la nada. “Huesos áridos... Esto dice el Señor: Pondré sobre vosotros nervios..... y os cubriré de piel, y os daré espíritu, y viviréis, y sabréis que yo soy el Señor, el Omnipotente” (Ezqu., XXXVII, 4, 5, 6).

¿Cómo se verificará la resurrección?

Puesta el alma en presencia de los elementos de su cuerpo reunidos por el poder de Dios, se unirá a ellos, y los organizará en cuerpo humano comunicándoles la vida, movimiento y sentimiento propios de este nuevo estado. Se ha de tener en cuenta que no es necesario que resucitemos con todos los átomos que teníamos en el momento de la muerte y conformaban nuestro cuerpo; porque como la materia de nuestro cuerpo es nuestra por estar informada por nuestra alma, y ésta no cambia, poco importa la cantidad de átomos nuestros que se hallen.

El cuerpo resucitado ¿será para cada hombre sustancialmente el mismo que antes tenía?

Sí, pues se reconstituirá con los elementos que esencialmente formaban el cuerpo al tiempo de morir.

EL ESTADO DE LOS CUERPOS RESUCITADOS

¿En qué estado resucitará Dios a los cuerpos?

La Iglesia cree firmemente que los resucitará en el estado de integridad y completo crecimiento en que fueron creados Adán y Eva.

¿En qué consistirá este estado de integridad y completo crecimiento?

1° En que los cuerpos resucitados carecerán de todo defecto físico, y tendrán completos todos sus miembros y órganos;

2° en que, según la general opinión de los doctores de la Iglesia, tendrán la edad propia de un joven adulto.

¿Serán todos los cuerpos iguales?

No: conservarán las diferencias individuales que llevan todas las obras divinas.

¿Estarán los cuerpos sujetos a las funciones de la vida en la tierra?

No: en esto serán muy parecidos a los puros espíritus. “Después de la resurrección, los hombres... serán como los ángeles de Dios en el cielo” (Mat., XXII, 30).

¿En qué se diferenciarán los cuerpos de los justos y los de los condenados?

El alma, transfigurada por la gloria celestial, comunicará a los cuerpos de los justos cualidades que no tendrán los de los condenados. “Todos a la verdad resucitaremos, más no todos seremos transformados iguales” (I Cor., XV, 51).

¿Qué nos enseña el apóstol San Pablo tocante a este cambio de la transformación de los cuerpos?

Después de comparar el cuerpo del justo con la simiente que arrojada en la tierra no germina si primero no se pudre y muere, dice:
“Si se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Si es sembrado en vileza, resucitará en gloria.
Si es sembrado en flaqueza, resucitará en vigor. Si es sembrado cuerpo ani­mal, resucitará cuerpo espiritual” (I Cor., XV, 42-44).

Es muy conveniente que nuestra carne, purificada y consagrada por los sacramentos, alimentada con el cuerpo y la sangre de Jesucristo, hecha templo del Espíritu Santo, sea glorificada un día, y no se quede para siempre sumida en el polvo y la humillación del sepulcro.

¿Cuáles serán las cualidades y aptitudes de los cuerpos gloriosos?

Las cualidades y aptitudes de los cuerpos gloriosos se identifican con la palabra C.A.S.I;

claridad, agilidad, sutileza e impasibilidad.

¿Qué es la claridad?

Es la cualidad sobrenatural que comunica al cuerpo una luz resplandeciente. El cuerpo brillará con la claridad que le comunique el alma, así como el alma bienaventurada brilla con la claridad que recibe de Dios. “Los almas resplandecerán como el sol en el reino de su Padre” (Mat., XIII, 42).

¿Qué es la agilidad?

Es la cualidad sobrenatural que hace al cuerpo tan rápido como el pensamiento.
Es decir el cuerpo tendrá movilidad propia, a una velocidad extraordinaria, capaz de estar en varios lados a la vez.

¿Qué es la sutileza?

Es la cualidad sobrenatural en cuya virtud el cuerpo puede atravesar la materia sin dividirla ni romperla, como la luz atraviesa un cristal, no hay obstáculos para el alma.

¿Por qué se dice que estas cualidades son sobrenaturales? Porque en el cuerpo glorioso, estas cualidades emanan del alma transformada por la visión beatífica.

¿Qué es la impasibilidad?

Es la cualidad sobrenatural que hace al cuerpo inaccesible a los padecimientos y sufrimientos de las enfermedades y a la muerte.

¿Quiere esto decir que los cuerpos glorificados son más insensibles?

No, pues los sentidos, afinados y perfeccionados, disfrutarán de los más puros goces que puede ofrecer la naturaleza, ésta también será transfigurada para un disfrute perfecto.

¿Cuál será el tipo de los cuerpos gloriosos?

El cuerpo de Jesucristo, “que transformará nuestro vil cuerpo, y lo hará conforme al suyo glorioso, con la misma virtud con que puede sujetar a su imperio todas las cosas” (Filip., III, 21).

¿Tienen algunos bienaventurados, además de estas cualidades esenciales, a todos comunes, cierto grado de gloria particular?

Sí: la Aureola.

¿Qué es la Aureola?

La aureola es el gozo extraordinario y eterno del alma en virtud de una victo­ria ganada al cuerpo en la tierra, sale del alma sobre el cuerpo glorioso del bienaventurado comunicándole su resplandor muy visible y particular.

¿Cuántas clases de Aureolas hay?

Tres, correspondientes a otras tres insignes victorias sobre los enemigos de la salvación. Son las siguientes:

1ª la de los mártires;

que han triunfado ante el mundo dando sus vidas por amor a Dios.

2ª la de los vírgenes;

que han triunfado sobre los deseos de la carne; la concupiscencia y todos los males sexuales.

3ª la de los doctores de la Iglesia;

que han triunfado de las asechanzas del demonio, disipando las tinieblas del error, del odio y las mentiras.

¿Cómo serán los cuerpos de los condenados?

Serán inmortales como los de los bienaventurados, pero no tendrán las cualidades gloriosas (C.A.S.I.).

¿Por qué estarán privados de las cualidades gloriosas?

Porque sus almas y sus cuerpos, malditas por Dios, y separadas eternamente de Él, necesariamente han de hacer miserables y estarán unidos tanto el cuerpos como el alma.

¿Y en vez de la claridad?

Espesísimas y eternas tinieblas rodearán al cuerpo y alma del condenado, un olor fétido emanará de ellos, oscuridad eterna sin volver a ver la luz jamás.

¿Y en vez de la agilidad?

La dificultad para moverse que experimenta el prisionero cargado de pesadas cadenas, o el paralítico totalmente privado de movimiento, casi le será imposible moverse.

¿Y en vez de la sutileza?

La tosquedad propia de la más grosera materia, al no moverse no experimentan ninguna cualidad, imposible atravesar la materia.

¿Qué tendrán en vez de la impasibilidad?

Estarán siempre padeciendo tormentos indecibles de la conciencia y del cuerpo, no tendrán paz, como un péndulo que va y viene sus conciencias le reprocharán el haber rechazado a Dios, y de haber desperdiciado cada gracia que Dios les daba para salvarlos, más todos los sufrimientos indescriptibles y eternos que hay en el infierno, para todas los condenados y los demonios.

RESUMEN

Resurrección.

Al fin del mundo, cada alma se volverá a unir a su propio cuerpo.
Esta verdad se prueba por la enseñanza de la Iglesia, por la Sagrada Escritura y por la razón.

Los que opinan contra la resurrección se objeta la dispersión de los elementos de nuestros cuerpos después de la muerte;
pero los que así piensan se olvidan que Dios todo lo puede, que Dios es Omnipotente, para Él nada es imposible.
Dios tiene dominio de todo lo creado y toda la creación; en cielo, en la tierra, en el universo y en los abismos (el infierno).
Nada se oculta ante Dios, todo queda revelado ante su presencia, le rinden culto por los siglos de los siglos.

Y si pudo crear nuestros cuerpos de la nada, no le será nada difícil reunir todos los elementos esenciales de nuestros cuerpos, por dispersos que estén y por haber transcurridos siglos y siglos nuestra la historia, ante Dios son como soplo, ya que todo lo tiene absolutamente controlado.

Estado de los cuerpos resucitados.

Es nuestra creencia que todos los cuerpos, aun los de los condenados, resucitarán en el estado de integridad y total cimiento en que fueron creados.

Adán y Eva.

Pero los cuerpos de los justos tendrán cualidades que les faltarán a los de los condenados.
Los cuerpos de los justos serán:

1º impasibles, es decir, no padecerán más padecimientos;

2º resplandecientes, es decir, que brillarán con la claridad que les comunicará el alma;

3º ágiles, es decir, rápidos como el pensamiento;

4º sutiles, es decir, que podrán atravesar la materia, como la luz atraviesa el cristal.

Además de estas cualidades, algunos cuerpos tendrán un grado de gloria particular, que es la aureola.

Hay tres clases de aureola:

la de los mártires,
la de los vírgenes,
y la de los doctores.

Los cuerpos de los condenados serán inmortales;
pero en lugar de la impasibilidad, estarán siempre padeciendo tormentos indecibles;
en lugar de la claridad, tendrán espesísimas y eternas tinieblas que rodearán al cuerpo;
en lugar de la agilidad, experimentarán para moverse la dificultad de un prisionero, un paralítico ó un enfermo grave;
y en vez de la sutileza, tendrán la tosquedad propia de la más grosera materia, no podrán atravesar ninguna materia.