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1 de octubre de 2011

El pecado y sus graves consecuencias.

La Hiperdulía--->
<---Árcangeles: San Miguel, San Gabriel y San Rafael.


Todo el mundo peca, en mayor o en menor medida, todos cometemos pecados porque somos pecadores, (Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre), Salmo 50,7.
En sus diversas formas, el pecado vive en nosotros desde el nacimiento, con el pecado original; durante la vida de una persona, con pecados veniales o mortales; y hasta en la hora de la muerte estamos expuestos a pecar.

Las graves consecuencias, físicas y espirituales, que atrae el estar en estado de pecado en forma continúa, hace que una persona, sienta en todo su ser las consecuencias de todos los males que aquejan al mundo, desde que el mundo, es mundo.

Ninguna persona sobre la faz de la tierra puede gloriarse y decir que nunca ha sido tentado a pecar, ya que hasta el mismo Jesucristo cuando estuvo en esta tierra fue tentado a pecar, pero a diferencia de nosotros, nunca pecó.

¿QUÉ ES EL PECADO?

Pecado del latín peccātum, es la transgresión voluntaria de una persona, hacia un precepto religioso o de una acción en contra de sus semejantes, que es tenido por bueno.
El pecado es una palabra, un pensamiento, un acto, un deseo o una omisión contrarios al plan de felicidad que Dios tiene para el hombre.

Además todo pecado ofende a Dios: "Contra ti, contra ti sólo he pecado, ante tu ojos el mal cometí" (Sal 51, 6), se peca también atreves de las palabras, los malos pensamientos, la acción; al realizar mal una obra u omisión; al no realizar aquel bien que podíamos hacer.

Todo el que comete pecado va contra de Los Mandamientos de la ley Divina.

Tal acción es una desviación moral del ser humano que lo lleva a una conducta ofensiva a sus semejantes y más directamente a Dios.

El pecado impide la relación con Dios.
En el Antigüo Testamento hay una serie de palabras que expresan el significado de la palabra pecado:

acción deliberada y engañosa, contraria a la voluntad de Dios expresada en la Ley.

El pecado no sólo ofende a Dios, sino que se peca contra la naturaleza toda, contra toda la humanidad.
Directa o indirectamente es el desprecio a Dios y a su Amor Misericordioso.

Es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo.

Quien peca se opone al Amor Divino, se opone a la propia dignidad de hombre llamado a ser hijo de Dios e hiere la belleza espiritual de la Iglesia, de la cual todo cristiano debe ser piedra viva.

¿DE QUÉ MODO SE PUEDE COMETER PECADO?

Se puede cometer pecado:

Con los pensamientos malos; complaciéndose en el mal, dando rienda suelta a la acción propiamente dicha.

Con los malos deseos; deseando el mal a alguien, planeando una mala acción y luego ejecutándola.

Entregarse a los bajos instintos; tener relaciones sexuales fuera del matrimonio y ocasionales, ir en busca de lugares donde se saba que se puede pecar.

Con las palabras; quienes ofenden a otros con palabras soeces, malas palabras, palabras injuriosas, quienes levantan falsos testimonios y mienten.

Con las obras; con las obras de omisiones, no haciendo el bien que se puede hacer y que se debe hacer. Con negligencia, por falta de esfuerzo, y ganas de hacerlo.

Hay dos clases de pecado que aquejan al ser humano, el pecado venial y el pecado mortal.

La Iglesia católica divide los pecados entre los veniales, es decir, menos serios, y los mortales, que amenazan el alma a la condenación eterna en el Infierno, al no ser absueltos antes de la muerte a través de la confesión y las penitencias.

De los dos, el más grave y el que más males acarrea, y más consecuencias nefastas trae, al ser humano y a la humanidad es el pecado mortal.

PECADO MORTAL

De acuerdo con el Catecismo Católico Romano, la definición completa y las condiciones de un Pecado Mortal son:

Para que un pecado sea mortal se requieren tres condiciones:

1° Es pecado mortal lo que tiene como objeto una materia grave y que, además, es cometido con pleno conocimiento y deliberado consentimiento de quien lo comete.

2° El pecado mortal requiere plena conciencia y entero consentimiento.

3° Presupone el conocimiento del carácter pecaminoso del acto a realizar y de su oposición a la Ley de Dios.

Un pecado mortal es elegir deliberadamente, es decir, sabiéndolo y queriéndolo, una cosa gravemente contraria a la ley divina y al fin último del hombre.

Implica también un consentimiento suficientemente deliberado para ser una elección personal.
La ignorancia afectada y el endurecimiento del corazón no disminuyen el acto de pecar, sino que aumentan el carácter voluntario del pecado.

La ignorancia involuntaria puede disminuir, pero no excusa la imputabilidad de una falta grave, pero se supone que nadie ignora los principios de la ley moral que están inscritos en la conciencia de todo hombre; hacer el bien y evitar el mal.

Los impulsos de la sensibilidad, las pasiones pueden igualmente reducir el carácter voluntario y libre de la falta, lo mismo que las presiones exteriores o los trastornos patológicos, causados por alguna enfermedad.

El pecado más grave es el que se comete por malicia, el que se planea con antelación y se ejecuta, el que sabiendo que va a ser el mal, e igual lo hace, no importándole las consecuencias; es muy grave por la elección deliberada hacia el mal.

Este pecado entraña la pérdida de la caridad y la privación de la gracia santificante, es decir, del estado de gracia, sin el cual, no se puede alcanzar el Cielo.
Sin el arrepentimiento del hombre y el perdón de Dios, causa la muerte eterna en el infierno.

Al contrario si estamos en estado de gracia permanente, adquirimos méritos, que nos servirán para cuando dejemos este mundo, y vayamos al otro.

Podemos santificarnos más aún, si los méritos que ganamos los aplicamos para un enfermo, para un moribundo, para un necesitado de fe, para convertir a un familiar o un amigo, por el Papa o algún sacerdote o por la Iglesia toda.

Quien ha tenido la desgracia de cometer un pecado mortal, necesita arrepentirse urgentemente, meditar el mal que ha hecho, pedir perdón a Dios y a la sociedad, según si el pecado lo merita, confesar todo sin callar nada, y cumplir con la penitencia que el sacerdote impone.

Se aconseja confesarse lo más rápido posible, ya que la muerte puede ser repentina y venir como un ladrón, sin avisar, así lo dijo Jesús.

El papa Benedicto XVI remarcó sobre el pecado y la confesión y expresó:
El mundo de hoy está perdiendo "cada vez más el sentido del pecado", lamentó.

Por esta razón, el Papa recordó que la confesión no consiste sólo en la acusación de los pecados sino que, sobre todo, se trata "de un encuentro personal con Dios".
Y agregó:
"Cualquier pecado que se cometa, si se reconoce humildemente" y se confiesa, lleva a experimentar "la alegría pacificadora del perdón de Dios".

Si no hay arrepentimiento, pidiendo perdón a Dios, causa la exclusión del Reino de Cristo y la muerte eterna en el infierno; de modo que nuestra libertad, la que Dios ha dado a todo ser humano, tiene el enorme poder de hacer elecciones para siempre, sin retorno.

Sin embargo, aunque nosotros podamos juzgar que un acto es en sí una falta muy grave, el juicio sobre las personas debemos confiarlo y dejarlo a la Justicia y a la Misericordia de Dios.

Ya que lo que nosotros vemos como pecado muy grave, Dios en su Infinito Poder y Sabiduría sabe muy bien si la persona pecó voluntariamente o fue ejercida por alguna circunstancia ajena a ella; llámese enfermedad, un estado psicológico alterado, por las circunstancia de la vida, una infancia mala y desgraciada, o el ambiente donde se vive, pueden llevar a comerter un pecado mortal.

El Catecismo de la Iglesia Católica lo define como una asunto muy grave:

Materia grave es precisada por los Diez Mandamientos, que corresponde a la respuesta de Jesús al joven rico:

- No matarás,
- No cometerás adulterio,
- No robarás,
- No dirás falso testimonio, ni mentirás;
- No defraudarás,
- Honrarás a tu padre y a tu madre.

La gravedad de los pecados es mayor o menor: un asesinato es más grave que un robo.
También hay que tener en cuenta las personas lesionadas: la violencia contra los padres es más grave que la ejercida contra un extraño.

Esto también incluye:

- adorar a otros dioses,
- no respetar el domingo, (de no asistir a la misa del domingo)
- comportamiento avaro;
y el Catecismo cita la prohibición bíblica contra la blasfemia.

La Iglesia misma no proporciona una lista precisa de los pecados, subdividida en las categorías mortal y venial.

Sin embargo, muchos pecados son descritos como "pecados graves" o "delitos graves" en el Catecismo como el sexo fuera del matrimonio, el divorcio y la masturbación.

La creencia católica romana sostiene que el pecado mortal puede variar poco de grave a muy grave, y por lo tanto el derecho canónico sólo enumera algunos de los que son más graves.

Algunos actos causan la excomunión automática por el hecho en sí mismo, por ejemplo renuncia a la fe y la religión, conocida como la "apostasía", una persona que profana la Eucaristía y "una persona que procura, asiste y practica el aborto".

El castigo eterno del pecador no es el mismo como resultado de la excomunión o de las sanciones de la Iglesia, como el que se produce cuando un católico comete pecados mortales que son tan graves que la Iglesia a través de la ley los llama crímenes, como el aborto o la herejía.

Debido a que el hecho de estos delitos es tan grave, la Iglesia prohíbe a los excomulgados de recibir algún sacramento (no sólo de la Eucaristía) y también restringe la participación de la persona en los actos litúrgicos de la Iglesia y oficios religiosos.

Sin embargo, aunque está excomulgado, un católico que no ha sido sentenciado, jurídicamente sigue siendo absuelto, debido a la naturaleza irrevocable del bautismo, sigue siendo un miembro de la Iglesia, aunque su comunión con Cristo y la Iglesia está gravemente deteriorada.

Algunos de estos delitos son tan graves que no merecen sentencia, pues la excomunión es automática de la Iglesia Católica.

Los pecados mortales no deben ser confundidos con los pecados capitales.

Éstos últimos no son pecados, sino más bien categorías de pecado o vicio, que corresponde a las debilidades de la naturaleza humana.
Los pecados mortales también puede ser llamado "graves", "eternos", "graves" o pecados "graves".

La enseñanza católica sobre el pecado mortal fue puesta en duda por algunos dentro de la Iglesia en el siglo 20 después del Concilio Vaticano II.

En respuesta a estas dudas, el Papa Juan Pablo II reafirmó la enseñanza básica en su encíclica Veritatis Splendor.

También se mantiene en el Catecismo de la Iglesia Católica, que dice:

"Inmediatamente después de la muerte las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos.".

Sin embargo, el Catecismo no dice en realidad, si hay alguien en el infierno, aunque sí dice que "... nuestra libertad (la libertad que Dios da a toda persona, de elegirlo o rechazarlo) tiene el poder de hacer elecciones para siempre, sin vuelta atrás".

UNA LARGA LISTA DE PECADOS

El mal ha avanzado más y más después del pecado original del hombre. El pecado del mundo, genera múltiples consecuencias y en todas las partes.

Y de acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica;
"Hay un gran número de tipos de pecados que la Escritura ofrece. Una lista de varios de ellos en la Carta a los Gálatas contrasta los pecados de la carne con el fruto del Espíritu:.." Las obras de la carne son conocidas:

- la fornicación,
- la impureza,
- el libertinaje,
- la idolatría,
- la hechicería,
- la enemistad,
- las peleas,
- los celos,
- los avaricia,
- la ira,
- el egoísmo,
- los que producen divisiones,
- las envidias,
- las borracheras y los borrachos,
- los violentos,
- la prostitución masculina y femenina,
- las prostituciones sodomitas,
- los ladrones,
- los que maldicen,
- las fiestas prohibidas donde hay drogas, alcohol, sexo, los antros y similares.

No os dejéis engañar, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios. 1 Corintios 6:9-10.].(CIC # 1852)

Otras listas son las siguientes:

Las blasfemias contra el Espíritu Santo no será perdonado. "[Lc. 12:10]"
¿No sabéis que los malhechores no heredarán el Reino de Dios?

Y todo el que diga una palabra contra el Hijo del Hombre será perdonado:
Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no será perdonado. "[Lc. 12:10]

"El que venciere todas éstas cosas, heredará el cielo, y yo seré su Dios y ellos serán mis hijos.

Pero en cuanto a:
- los cobardes,
- los infieles,
- los impuros,
- los asesinos,
- los fornicarios,
- los hechiceros,
- los idólatras,
- y todos los mentirosos, tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda. "[Rev. 21:7-8]

Fuera(del Reino de Dios) son los perros, los hechiceros, los fornicarios, los asesinos, los idólatras, y todo el que ama y practica la mentira." [Rev. 22:15]

"Si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará participación de esa persona en el árbol de la vida y en la ciudad santa, que se describen en este libro." [Rev. 22:19)

"El que, por tanto, coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y la Sangre del Señor.
Examínense, y sólo entonces coma del pan y beba de la copa.
Para todos los que comen y beben sin discernir el Cuerpo, comen y beben juicio contra ellos mismos.
Por esta razón, muchos de ustedes están débiles y enfermos, y algunos han muerto. "[1 Cor. 11:27-30]

En conclusión:

"Los pecados se distinguen por sus objetos, al igual que todo acto humano, o de acuerdo a las virtudes que se oponen, por exceso o por defecto, o de acuerdo con los mandamientos que quebrantan.

También se pueden clasificar en función de si se refieren a Dios, al prójimo o a sí mismo, sino que se puede dividir en pecados espirituales y carnales, o también en pecados de pensamiento, palabra, obra u omisión.

La raíz del pecado está en el corazón del hombre, en su libre albedrío, de acuerdo con la enseñanza del Señor:
"Porque del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, y las blasfemias.

Estas son las que contaminan al hombre. "Pero en el corazón reside también la caridad, la fuente de las obras buenas y puras, que hiere el pecado."

PECADO VENIAL

Se comete un pecado venial cuando no se observa en una materia leve la medida prescrita por la ley moral; la que está escrito en el corazón de todo ser humano, o cuando se desobedece a la ley moral en materia grave, pero sin pleno conocimiento o sin entero consentimiento.

El pecado venial debilita la caridad; entraña un afecto desordenado a bienes creados; impide el progreso del alma en el ejercicio de las virtudes y la práctica del bien moral; merece penas temporales.

El pecado venial deliberado y que permanece sin arrepentimiento, nos dispone poco a poco a cometer el pecado mortal.

No obstante, el pecado venial no nos hace contrarios a la voluntad y la amistad de Dios; no rompe la Alianza con Dios.

Es humanamente reparable con la gracia de Dios. ‘No priva de la gracia santificante, de la amistad con Dios, de la caridad, ni, por tanto, de la bienaventuranza eterna’:

El hombre, mientras permanece en la carne, no puede evitar todo pecado, al menos los pecados leves.
Pero estos pecados, que llamamos leves, no los consideres poca cosa: si los tienes por tales cuando los pesas, tiembla cuando los cuentas.
Muchos objetos pequeños hacen una gran masa; muchas gotas de agua llenan un río. Muchos granos hacen un montón.

¿Cuál es entonces nuestra esperanza? Ante todo, acudir rápido a la confesión para lavar nuestros pecados... (S. Agustín, ep. Jo. 1, 6)...

La reiteración de pecados, incluso aquellos que no son mortales, engendra vicios, y acarrea más males todavía, entre los cuales se distinguen los pecados capitales.

PECADOS CAPITALES.

Los pecados o vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza humana está principalmente inclinada.

Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios.
Los pecados capitales son enumerados por Santo Tomás (I-II:84:4) como siete:

Son la soberbia(orgullo o vanagloria), la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula y la pereza.

El término "capital" no se refiere a la magnitud, o lo grande del pecado sino a que da origen a muchos otros pecados.
De acuerdo a Santo Tomás (II-II:153:4);
“un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal”.

Lo que se desea o se rechaza en los pecados capitales puede ser material o espiritual, real o imaginario.
Todos tenemos una tendencia hacia los pecados capitales.

Es por eso muy importante para todo el que desee avanzar en la santidad aprender a detectar estas tendencias en su propio corazón y examinarse sobre estos pecados.

Los vicios pueden ser catalogados según las virtudes a que se oponen, o también pueden ser referidos a los pecados capitales que la experiencia cristiana ha distinguido siguiendo a san Juan Casiano y a san Gregorio Magno (mor. 31, 45).

1-SOBERBIA:
ante el deseo de alto honor y gloria.

Virtudes para vencerlo:
La Humildad; reconocer que nosotros solo tenemos la nada y el pecado y Dios lo tiene todo.

2-AVARICIA:
ante el deseo de acaparar riquezas.

Virtudes para vencerlo:
La Generosidad; dar con gusto de lo propio a los pobres y a los que necesiten.

3- LUJURIA:
ante el apetito sexual.

Virtudes para vencerlo:
La Castidad; lograr el dominio de los apetitos sensuales, mediante la oración continúa.

4- IRA:
ante un daño o dificultad.

Virtudes para vencerlo:
La Paciencia; Sufrir con paz y serenidad todas las adversidades, ofreciendo lo sufrido.

5- GULA:
ante la comida y bebida.

Virtudes para vencerlo:
La Templanza; moderación en el comer y en el beber, haciendo ayunos y ofreciéndolos.

6- ENVIDIA:
resiente nuestras cualidades espirituales porque reduce nuestra auto-estima.

Virtudes para vencerlo:
La Caridad; desear y hacer siempre el bien al prójimo, y rezando por quien le va mal.

7- PEREZA:
del desgano en la oración, en el trabajo o por responder a los bienes espirituales.

Virtudes para vencerlo:
La Diligencia, prontitud de ánimo para obrar el bien. Hacer obras de misericordia corporales y espirituales, rezando o visitando a enfermos o necesitados.

Hemos de tener muy presente que por la avaricia y el egoísmo nos lleva al orgullo, y por el orgullo a todos los demás pecados.

LA DIVERSIDAD Y LA PROLIFERACIÓN DEL PECADO

La variedad de pecados es grande.

Se pueden distinguir los pecados según su objeto, como en todo acto humano, o según las virtudes a las que se oponen, por exceso o por defecto, o según los mandamientos que quebrantan.
Se los puede agrupar también según que se refieran a Dios, al prójimo o a sí mismo; se los puede dividir en pecados espirituales y carnales, o también en pecados de pensamiento, palabra, acción u omisión.

El pecado es un acto personal. Pero nosotros tenemos una responsabilidad en los pecados cometidos por otros cuando cooperamos a ellos:

- participando directa y voluntariamente;

- ordenándolos, aconsejándolos, alabándolos o aprobándolos;

- no revelándolos o no impidiéndolos cuando se tiene obligación de hacerlo;

- protegiendo a los que hacen el mal.

- contrubuyendo a la inmoralidad sexual.

- seguiendo la corriente del mal.

- teniendo una lengua acusadora y mentirosa.

- negándonos a mantener a la familia.

- teniendo participación en algún fraude, o delito.

- teniendo un mal comportamiento, en el hablar, en el vestir, en la actitud personal.

- negarnos a cambiar de vida, sin importanos el mal ejemplo que damos a los demás.

"Todas éstas cosas son los que hacen impuro al hombre" (Mt 15,19-20).

Del corazón del hombre salen todos éstos males, pero reside también la caridad, principio de las obras buenas y puras, a la que hiere el pecado.

El pecado crea una facilidad para el pecador, engendra el vicio por la repetición de malos actos.
De ahí resultan inclinaciones desviadas que oscurecen la conciencia y corrompen la valoración concreta del bien y del mal.

Así el pecado y el mal tienden a reproducirse y a reforzarse.
Los malos ejemplos son copiados por muchos, donde se desparraman anidando en el corazón de los seres humanos, los cuales son transmitidos de padres a hijos.

CONCUPISCENCIA

Del latín concupiscentĭa, de cupere, desear, reforzado con el prefijo con, a la propensión natural de los seres humanos a obrar el mal, como consecuencia del pecado original.

La insubordinación de los deseos a la razón; la inclinación de la naturaleza humana hacia el pecado. Esta inclinación es causa del pecado original.

Los apetitos sensitivos del ser humano tienen un movimiento espontáneo hacia lo que la imaginación presenta como placentero y en contra de lo que presenta como doloroso.
La concupiscencia incluye también los deseos desordenados de la voluntad, la tendencia hacia los siete pecados capitales.

TENTACIÓN

Es la invitación al pecado, sea por persuasión o por la oferta de algún placer o cosa deseada. Puede tener su origen en el mundo, la carne o el demonio.

La tentación del mundo es el atractivo del mal ejemplo o la presión a comportarse en cierta forma.
La tentación de la carne surge de la concupiscencia.
Las tentaciones demoniacas ocurren por instigación del demonio cuyo método es incitar a toda forma de pecado.

El demonio, fue creado como un ángel perfecto, sabe plenamente que nos gusta y que nos desagrada, en su sabiduría demoníaca, tienta al ser humano a cometer toda clase de pecados que van contra la ley de Dios.
Es una gran guerra entre Dios y el demonio. El ser humano debe saber, que satanás tiene permiso de Dios para tentarnos hasta el último segundo de nuestra vida.

En ése momento de decisión final, el hombre recibe de Dios todas las luces necesarias para reconocer que es el diablo quien lo tienta, y rechazarlo.
Porque si el ser humano dice rotundamente "no", el diablo nada puede hacer.

PECADO CONTRA EL ESPÍRITU SANTO

El pecado que no Tiene Perdón.

Leemos en las Sagradas Escrituras:
"El que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón nunca, antes bien será reo de pecado eterno". (Mc 3,29) (Mt 12:32) (Lc 12:10).

¿Por qué la blasfemia contra el Espíritu Santo es imperdonable?

Porque se trata del rechazo radical a la gracia que Dios ofrece para la conversión.

Según Santo Tomás de Aquino es un pecado "irremisible por su misma naturaleza porque excluye los elementos gracias a los cuales se concede la remisión de los pecados".

En este pecado hay tres condiciones a saber:

perserverar en mal, rechazar a Dios y obstinación contra Dios hasta el final.

1° La blasfemia contra el Espíritu Santo es presumir y reivindicar el “derecho” de perseverar en el mal.

2° Es un rechazo al perdón y a la redención que Cristo ofrece al pecador.

3° La blasfemia contra el Espíritu Santo es la obstinación contra Dios llevada hasta el final. Es negarse deliberadamente a recibir la Misericordia Divina.

Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el n° 1864.

Dios nos espera, con toda su bondad, con toda su comprensión, con todo su amor, a que aceptemos su Misericordia.
Día a día nos llama, nos espera minuto a minuto, a que respondamos a su Amor Misericordioso. Golpea incesantemente la puerta de nuestro corazón esperándonos.

Pero quien se niega deliberadamente a acoger la Misericordia de Dios, mediante el arrepentimiento, rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo. (Cf. DV 46).

Semejante actitud lleva al alma a la condenación eterna y a la perdición definitiva.

El pecado contra el Espíritu Santo consiste, pues:

en la negación de parte de la persona, a aceptar la salvación y el perdón dados por Dios.

Cuando el corazón de una persona se obstina, se endurece, de tal manera que no acepta que necesita arrepentirse de sus pecados, pues cree que no los tiene, y se resiste a esta gracia, comete el pecado contra el Espíritu Santo el cual puede llevarlo al sufrimiento del infierno eterno.

¿Por qué?

No es porque la Iglesia y el Señor Dios no puedan perdonarle, todo lo contrario, sino más bien porque la persona misma, voluntariamente ha rechazado este perdón y salvación dadas por Dios.

Además consiste en el rechazo radical de aceptar esa remisión, de la que el mismo Espíritu Santo es el íntimo dispensador, y que presupone la verdadera conversión obrada por El en la conciencia".

Si Jesús declara imperdonable este pecado es "porque esta no-remisión está unida, como a su causa, a la no-penitencia, es decir, al rechazo radical a convertirse."

Como nos lo explica el Papa, el pecado contra el Espíritu Santo consiste en la resistencia y el rechazo a la conversión, a creer en Dios, y que en su Hijo Jesucristo está la salvación eterna.

Es el Espíritu Santo el que nos convence del pecado, el que nos da el arrepentimiemto de todas nuestras faltas, y muchas veces nos hace llorar y pedimos perdón.(Jn 16:8-9).

El Espíritu Santo es quien convierte a la persona, lo encarrila por el buen camino, le da fuerzas para que deja el mala vida pasada, y comienza a vivir una vida nueva,
"un nacer de nuevo".
Poco a poco lo va llevando hasta alcanzar el conocimiento total de Jesucristo, y cuando llegó a compreder el sacrificio que Jesús hizo por toda la humanidad, en la pasión y muerte en la cruz, la persona se arrepiente y comienza a creer que la única salvación viene de Jesucristo, no hay otro, sólo Jesucristo salva, y da vida eterna.

Rechazar en nuestro corazón y en nuestra mente esta realidad y obstinarnos en el mal de creer que no necesitamos a Jesucristo, porque no hacemos mal a nadie, nos lleva a cometer el pecado de soberbia, y de ahí estamos a un paso de la condenación eterna.

Esta era la actitud de los fariseos, que se cerraron a la aceptación del plan divino para reconciliarse con los hombres y con Dios.
De igual manera, satanás o el diablo, cometió el pecado de soberbia, pensando que ya no necesitaba más de Dios. Que ya lo tenía todo. Cambió la humildad por la soberbia.

Los pecados contra el Espíritu Santo, se sienten en el cuerpo y en el alma.

- Desesperación de salvarse.

- La presunción de salvarse sin los méritos de Jesucristo, y de sentirse salvado.

- La impugnación de la verdad conocida.

- La envidia o pesar de la gracia ajena.

- La impenitencia final.

No hay límites para recibir la Misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger dicha Misericordia mediante el arrepentimiento rechaza el perdón de sus pecados y la salvación Eterna ofrecida por el Espíritu Santo.

Semejante pensamiento y endurecimiento de corazón puede conducir a la condenación final y a la perdición eterna en el infierno.

El pecado es un acto personal, voluntario, consciente de ello.

Pero nosotros tenemos una responsabilidad en los pecados cometidos por otros cuando cooperamos a ellos.

NO COMETERÁS ACTOS IMPUROS Y NO CONSENTIRÁS PENSAMIENTOS NI DESEOS IMPUROS.

El sexto y el noveno mandamiento.

Estos dos mandamientos prohíben el adulterio y todo lo que es contrario a la virtud de la castidad.

El sexto prohíbe:

1) todo acto exterior de impureza: discursos, miradas, tocamientos y otras acciones deshonestas;

2) las ocasiones que inducen a la impureza:
malas compañías, entretenimientos perniciosos, familiares entre personas de diferente sexo, bailes lascivos o sensuales, modas indecentes, cuadros y estatuas obscenas, espectáculos morbosos, canciones groseras; periódicos, folletines, libros indecentes, romances licenciosos y fútiles, flirteos ocasionales, etc.

El noveno prohíbe los pecados interiores, es decir, los pensamientos y los deseos contrarios a la pureza.
Todo pecado de impureza es mortal desde que hay en él pleno consentimiento de cometerlo.

Las consecuencias de pecados de impureza son:

- las recaídas,
- los malos hábitos,
- los sacrilegios causados por la vergüenza de confesar este vicio,
- las conversaciones obscenas y palabras soeces,
- los escándalos y una multitud de otros pecados;
- como la incredulidad, el endurecimiento del corazón y la impenitencia final.

El impúdico es castigado muchas veces en esta vida con la pérdida de su honor,
de sus bienes, de su salud y con una muerte prematura; y después de la muerte, con el fuego eterno.

Dice San Alfonso de Ligorio: Con éste pecado(de la impureza), se han condenado las mayor parte de los pecadores que hay en el infierno.(cf. F. X. Schouppe S.J., «Curso abreviado de religión», París-México, 1906, pp. 399-400).

El sexto mandamiento nos prohíbe toda acción, toda mirada, toda conversación contraria a la castidad, y la infidelidad en el matrimonio.

El noveno mandamiento prohíbe expresamente todo deseo contrario a la fidelidad que los cónyuges se han jurado al contraer matrimonio, y asimismo prohíbe todo pensamiento o deseo culpable de acciones prohibidas en el sexto mandamiento.

La impureza es un pecado gravísimo y abominable delante de Dios y de los hombres; rebaja al hombre a la condición de los brutos, le arrastra a otros muchos pecados y vicios, y acarrea los más terribles castigos en esta vida y en la otra.

Los pensamientos que nos vienen a la mente contra la pureza, por sí mismos no son pecados, sino tentaciones e incentivos de pecado.
Los malos pensamientos, aunque sean ineficaces, son pecado cuando culpablemente damos motivo a tenerlos, consentimos o nos exponemos a loss peligro próximos de consentir en ellos.

El sexto mandamiento nos ordena ser castos y modestos en las acciones, en las miradas, en nuestra conducta y en las palabras.
El noveno mandamiento nos ordena que seamos castos y puros aun en lo interior, a saber: en la mente y en el corazón.

Para cumplir el sexto y noveno mandamientos hemos de orar con mucha frecuencia y de corazón a Dios, ser devotos de la Santísima Virgen María, Madre de pureza.
Acordarnos de que Dios nos ve y todo lo ve.
Debemos pensar en la muerte, en los divinos castigos. En la Pasión de Jesucristo, refrenar nuestros sentidos, practicar la mortificación y recibir a menudo y con las debidas disposiciones los santos sacramentos.

Para conservarnos castos debemos huir de una vida de ocio, de las malas compañías, de las lectura de libros y diarios malos.
La intemperancia (ser moderado en todo), el mirar estampas o revistas indecentes.

Los espectáculos licenciosos (inmorales), las conversaciones peligrosas y todas las demás ocasiones que puedan llevarnos a pecar. (Catecismo Mayor de San Pío X, Ed. Magisterio Español, Vitoria, 1973, pp. 59-60).

La Beata Jacinta Marto, dijo en 1920: “Los pecados que llevan más almas al infierno son los de la carne”.
¡Qué diría ella hoy del mal uso de la televisión, de internet, del cine, y de otros sofisticados medios de inmoralidad!
Se debe orar mucho y con frecuencia para salir de la esclavitud del pecado de la carne.



PECADOS QUE CLAMAN AL CIELO

La tradición catequética recuerda también que existen "pecados que claman al cielo".
Estos pecados piden justicia, delante del trono de Dios, dia y noche.
Son una abominación ante los ojos de Dios, que tarde o temprano tendrán su justo castigo, sino hay una arrepentimiento sincero.

Claman al cielo:

- La sangre de Abel (cf Gn 4, 10);

- Los pecados impuros contra el orden de la naturaleza. (cf Gn 18, 20; 19, 13);

- El clamor de los pueblo oprimidos y explotados, como en el antigüo Egipto (cf Ex 3, 7-10);

- La opresión del extranjero, de la viuda y el huérfano (cf Ex 22, 20-22);

- La defraudación, retención y explotación injusta del jornal del trabajador. (cf Dt 24, 14-15; Jc 5, 4);

- El homicidio voluntario, y consentido.

- La explotación sexual de los niños y jóvenes.

- La pornografía infantil.

- El tráfico de bebés y niños.

- El narcotráfico: la marihuana, la heroína, el crack y todo tipo de drogas y alcoholes con sus nefastas consecuencias en las personas y especialmente en los jóvenes.

Así el pecado convierte a los hombres en cómplices unos de otros, hace reinar entre ellos la concupiscencia, la violencia, la maldad y la injusticia.
Los pecados provocan situaciones sociales e instituciones contrarias a la bondad divina.

Las "estructuras de pecado" son expresión y efecto de los pecados personales.
Inducen a sus víctimas a cometer a su vez el mal.
En un sentido analógico constituyen un "pecado social".

LAS CONSECUENCIAS DEL PECADO

Separación de Dios.

El pecado siempre ha traido malas consecuencias. Cuando el primer pecador, satanás, pecó, al llenarse de orgullo, soberbia y rebelarse contra Dios, quizó en su pecado tomar el lugar de Dios.
Y no sólo él pecó, sino que arrastró a millones de ángeles a pecar, engañándolos, a ser poderosos como el mismo Dios.

Satanás fue destronado, ya su morada no sería más cerca de Dios en el cielo.

El castigo final de satanás fue el ser "lanzado al lago que arde con fuego y azufre" (Apocalipsis 20:10), también aquellos ángeles que siguieron al diablo en su intento de rebelión contra Dios, tuvieron su parte en este castigo.

Estarán sufriendo y agonizando lejos de Dios por toda la eternidad, nunca más recibirán ni el menor consuelo ni alivio alguno.
Estarán con ellos todas las personas, (en cuerpo y alma) condenadas que han vivido en este mundo, desesperados eternamente porque ya no verán nunca más a Dios.

CUALQUIER PECADO VENIAL O MORTAL, TIENE SUS CONSECUENCIAS.

En Estados Unidos en la época de Martín Luther King, reinaba el odio contra los negros, y se podía leer en las paredes de las calles la siguiente leyenda:
"Maten a todos los negros".

Si alguien hacía caso de ésa leyenda y mataba a una persona negra, o el leer ése cartel le incentivaba el odio hacia los negros, y luego cometía alguna falta contra ellos, quien haya escrito ésa leyenda tarde o temprano tendrá que pagar sus consecuencias, una por una, delante de Dios.

Por eso se debe tener mucho cuidado de no incentivar a otros a cometer algún pecado, con nuestras actitudes, pensamientos o palabras, ya que nosotros pagaremos delante de Señor Dios, las consecuencias del pecado cometido.

Y a cuántas más personas hayamos incentivado a pecar por nuestro pecado, más se tendrá que pagar delante Dios.
Y cuanto más tiempo dure las consecuencias de nuestro pecado, más durará nuestro castigo.
Y hasta que nuestro pecado no deje de hacer pecar a otros, no tendremos perdón ni paz.
Y si por culpa de nuestro pecado lleva algún alma al infierno, nosotros seremos arrastrados con él.

Todos los días la gente comete deshonestidades, robos, mentiras, defraudes, inmoralidades, sin darse cuenta, o aveces sin importales, que el mal comportamiento arrastra a otros a seguirles, y que tarde o temprano se tendrá que pagar por las consecuencias del mal ejemplo, siendo los más perjudicados los niños y los jóvenes.

Se debe pensar muy bien antes de actuar, para no incurrir en un pecado, porque una vez cometido, no se toma conciencia de la gravedad y la magnitud del hecho.

"Mi alma ha sido privada de la paz, he olvidado la felicidad" (Lamentaciones 3:17).

El pecado en la vida de la persona produce diferentes consecuencias negativas y adversas en su área espiritual, emocional, mental y física, a sí como en sus relaciones con los demás personas y el ambiente que lo rodea.

Las consecuencias se manifiestan tanto en forma interior como exterior, esclavizando al ser humano.

Dentro del alma son los sentimientos de:
- de culpa,
- de rechazo al bien,
- de abandono y soledad,
- de baja autoestima,
- de odio y rencor,
- de resentimientos,
- de temores,
- de angustias,
- de fobias,
- de rechazos contínuos de la palabra de Dios,
- de odio y rencor contra el Papa, los sacerdotes, los santos y la Iglesia toda,
- de preocupaciónes contínuas por todo y todos los pensamientos y emociones destructivos que le impiden la paz y dominio interior.

CONSECUENCIAS

En el alma: (mente y corazón)
- Obsesiones,
- depresión,
- ansiedad,
- angustia,
- deseos de venganza,
- suicidio,
- frustración,
- envidia,
- celos,
- codicia,
- ambiciones desmesuradas,
- impaciencia,
- dispersión;
- aislamiento;
- incapacidad de perdonar,
- ausencia total de paz interior,
- y con el tiempo, enfermedades mentales,
- desesperanza,
- enojos constantes,
- palabras groseras y ofensivas,
- pensar mal de todo y de todos.

En el cuerpo:

Enfermedades sin causa física:

- Problemas de sueño,
- taquicardia,
- estress,
- problemas con la familia, amigos y vecinos,
- miedo a la oscuridad,
- persecusiones sin sentido,
- sentirse cansado,
- falta de apetito,
- pesadillas constantes,
- despertar bruscamente a medianoche, sofocado y acalorado,
- mucho miedo a la muerte,
- probremas alimenticios y digestivos,
- asma,
- dolores de cabeza,
- de espalda,
- artritis,
- colitis y diarreas,
- entregado a los vicios,
- frecuentar lugares perniciosos,
- úlceras y todo tipo de enfermedades y dolencias a causa de la tensión interna.

En la vida espiritual:

- Tener una imagen inadecuada de Dios,
- culparlo por el hambre, la miseria, el sufrimiento y la pobreza del mundo,
- sentirse abandonado por Dios,
- dudar del Cielo y si Dios existen o es un cuento de los sacerdotes,
- temor al castigo y juicio severo de Dios,
- obstáculos en el crecimiento espiritual,
- temor desmedido a satanás,
- consultar al horoscopo, tarot, o adivinos,
- consultar la magia negra,
- asistir a sesiones espiritistas,
- no confiar en Dios y su ayuda.

La persona puede llegar a sentir que Dios no responde, le hecha la culpa de todo lo malo que pasa en el mundo, y lo culpa por sus experiencias dolorosas.
Reclamarle a Dios por su mala situación actual, por tanto le será difícil confiar en la Misericordia y el amor de Dios.

De esta manera la persona pierde la unión con Dios, porque tiene temor al castigo y no se atreve a ser honesto y diagolar abiertamente con el Padre Eterno.
No puede alcanzar confianza en Dios, aspecto indispensable y primordial para ser restaurado de la esclavitud del pecado y sus consecuencias.

El siguiente versículo dice:

¿Por qué es mi dolor perpetuo y mi herida incurable que rehusa sanar?
Serás en verdad para mi como corriente engañosa, como aguas en las que no se puede confiar? (Jeremías 15:18).

En el versículo vemos las consecuencias negativas y adversas del pecado en la vida espiritual, emocional y mental de una persona, asi como las consecuencias en enfermedades sin causa física.

La persona sufre de poderosos sentimientos de culpa y se autocastiga interiomente, culpando a Dios por ese castigo.
Podemos deducir que a causa de la tensión interna sufre de diferentes dolencias y de depresión al expresar que anda sombrío todo el día.

De aqui la importancia de dar a conocer a las personas esclavas el poder libertador de la palabra de Dios y la obra redentora de Jesucristo al pagar por el pecado de la humanidad.

El siguiente salmo expresa la importancia de confesar los pecados a Dios y el beneficio para la salud física y emocional.

"Mientras callé mi pecado, mi cuerpo se consumió con mi gemir durante todo el día porque día y noche tu mano pesaba sobre mi y mi vitalidad se desvanecía con el calor del verano" (Salmo 32: 3,4).

"Enmudecí y callé, guardé silencio, aun acerca de lo bueno, y se agravó mi dolor" (Salmo 39:2).

LOS NUEVOS PECADOS DE LA IGLESIA CATÓLICA

"Uno no ofende a Dios sólo al robar, blasfemar, o desear la mujer del prójimo"

La soberbia, la envidia y la lujuria, son entre otros, los grandes pecados capitales que venian rigiendo en la Iglesia Católica Apostólica, desde el siglo VI, enunciados por el Papa Gregorio I hace ya mil quinientos años, quedaron un tanto viejos para las necesidades del mundo de hoy, que impone una dinámica globalizada y mucho más compleja, inimaginable hace tantos miles de años atrás, cuando fueron proclamados y que son complementarios a los “10 Mandamientos”.

Luego se agregaron los pecados en que incurren los seres humanos al conducir vehículos.

El 10 de marzo de 2008, el regente del Tribunal de la Penitenciaría Apostólica del Vaticano, cardenal Gianfranco Girotti, presentó la siguiente lista, que ha sido divulgada ampliamente por los medios de comunicación, con la denominación de pecado social o nuevos pecados capitales.

La Iglesia estableció 7 “pecados sociales”, que tienen que ver con la riqueza y otros males que aquejan a la humanidad, como la degradación del medio ambiente y el narcotráfico.

Los siguientes son los 7 nuevos pecados “sociales” presentados por el plenipotenciario apostólico del Vaticano y son:

- 1. Realizar manipulaciones genéticas o bioéticas, como la anticoncepción.

- 2. Llevar a cabo experimentos con seres humanos, incluidos los embriones. Los experimentos moralmente dudosos, como la investigación en células madre.

- 3. La drogadicción, la distribución y el consumo de drogas.

- 4. Contaminar el medio ambiente y destruirlo.

- 5. Contribuir a ampliar la brecha entre los ricos y los pobres.

- 6. La riqueza excesiva. Habiéndose enriquecido hasta límites obscenos a expensas del bien común y a costa de los otros.

- 7. Provocar injusticia social, y generar pobreza.

El resultado de éstos siete nuevos pecados capitales, que condenan como una ofensas a Dios y la sociedad, es llevar al ser humano a tener conciencia del mal que se produce al provocar, contribuir o llevar a cabo éstas actitudes contrarias al amor de Dios y al prójimo.

LA BONDAD Y LA MISERICORDIA DE DIOS CONTRA EL PECADO

Que Dios es infinitamente Bondadoso y Misericordioso significa que perdona a todos los pecadores verdaderamente arrepentidos.
No importa cuan terrible y grave fuese el pecado o los pecados; todo desaparece en la infinita Bondad de mi Misericordia, dijo Jesús Misericordioso.

Es decir, Dios perdona enseguida cualquier pecado o pecados cuando nos arrepentimos de veras, le pedimos perdón y hacemos el firme proposito de confesarnos lo antes posible.

“Tan cierto como que estoy vivo, palabra de Yavé (Dios), que no deseo la muerte del pecador, sino que renuncie a su mala conducta y que viva” (Ez. 33, 11).

Dios nos muestra su Misericordia en la forma como busca al pecador, bien sea a través de beneficios o de sufrimientos.

También nos la muestra por su disposición a perdonar simpre, sin importar la gravedad, ni la frecuencia del pecado, o los pecados más atroces, e inimaginables, requiriendo solamente el arrepentimiento de los mismos (cf. Sal. 50, 18-19).

También en la Sagrada Escritura vemos las variadas formas en que Dios muestra su Misericordia con el pecador:

Como el Buen Pastor que busca la oveja perdida hasta encontrarla (cf. Lc. 15, 4-7).

Dios envió el Profeta Natán a David para reprenderlo y para que se arrepintiera de sus pecados (cf. 2 Sam. 1-14 y Sal. 50).

Jesús busca a la Samaritana (cf. Jn. 4, 1-30).

Al hijo pródigo lo deja caer en calamidades y en la indigencia para que regrese a casa (cf. 15, 11-32).

Defiende a la mujer adúltera (cf. Jn. 8, 1-11).

Recibió con compasión a la mujer pecadora (cf. Lc. 7, 36-47).

Perdonó al buen ladrón, arrepentido y crucificado a su lado (cf. Lc. 23, 39-43).

Sobre este caso hay que decir que Dios sí puede perdonar a un pecador al final de su vida, si está verdaderamente arrepentido.
Pero todos los autores espirituales desaconsejan dejar el arrepentimiento para el final de la vida de una persona, ya que se puede caer en el endurecimiento del corazón, y en el orgullo y la soberbia de decir que no necesita nada, ni de nadie.

Con respecto al ladrón arrepentido, éste es un caso único en la Sagrada Escritura.
Si analizamos los demás ejemplos de arrepentimiento, no son en el último instante de la vida de los pecadores.

Sobre este caso, San Agustín muy sabiamente apunta que Dios perdonó a un hombre en el último momento para que nadie caiga en desesperanza, pero perdonó sólo a uno, para que nadie caiga en presunción, que son los dos pecados contra la esperanza: uno que consiste en no tener esperanza y otro que consiste en abusar de la esperanza.

Como vemos por estas muestras de pecados y pecadores de la Sagrada Escritura, Dios está dispuesto a perdonar al más grande pecador, si se arrepiente, no importa que el pecado sea lo más horrible:

“Vengan para que arreglemos cuentas. Aunque sus pecados sean colorados, quedarán blancos como la nieve; aunque sean rojos como púrpura, se volverán como lana blanca” (Is. 1, 18).

El ángel anuncia a José: ‘Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados’ (Mt 1, 21).

Y en la institución de la Eucaristía, sacramento de la redención, Jesús dice:

"Esta es mi sangre de la alianza, que va a ser derramada por muchos para remisión de los pecados" (Mt 26, 28).

“Dios nos ha creado sin nosotros, pero no ha querido salvarnos sin nosotros” (S. Agustín, serm. 169, 11, 13).

"Un corazón arrepentido y humillado Tú Sañor no lo desprecias" (Sal 50, 19).

Se alegra tanto con el arrepentimiento del pecador que nos dice:

“Hay más alegría en el Cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse” (Lc. 15, 7).

Nadie se condena porque ha cometido pecados muy graves, pero muchos podrían condenarse por cometer pecados de los que no se arrepienten.

Hemos visto cómo Dios nos muestra su Misericordia Infinita en varios pasajes de la Escritura.
He aquí otros pasajes que enuncian esa Bondad y Misericordia Divina:

“Pero Tú eres un Dios de perdón, lleno de piedad y ternura, que tardas en enojarte y eres rico en bondad” (Neh. 9, 17b).

“¿Qué Dios hay como Tú, que borras los pecados y que perdonas el crimen; que no se encierra para siempre en su enojo, sino que le gusta perdonar” (Miq. 7, 18).

“Rasguen su corazón y no sus vestidos, y vuelvan a Yavé su Dios, porque El es bondadoso y compasivo; le cuesta enojarse y grande es su misericordia; envía la desgracia, pero luego perdona” (Joel 2, 13).

“Yo sabía que Tú eres un Dios clemente y misericordioso, paciente y lleno de bondad, siempre dispuesto a perdonar” (Jon. 4, 2b).

“Tú eres, Señor, bueno e indulgente, lleno de amor con los que te invocan” (Sal. 86, 5).

“El Señor es ternura y compasión, lento a la cólera y lleno de amor; si se enoja, no es para siempre; si guarda rencor, es sólo por un momento.
No nos trata según nuestros pecados, ni nos paga según nuestras ofensas.
Cuanto se alzan los cielos sobre la tierra, tan alto es su amor con los que le temen.
Como el oriente está lejos del occidente, así aleja de nosotros nuestras culpas” (Sal. 103, 8-12).

“Porque el Señor es compasivo y misericordioso, perdona los pecados y salva en el día de la angustia” (Si. 2, 11).

“Pues cuánta es su grandeza, tanta es su misericordia” (Si. 2, 22b).

“¡Cuán grande es la misericordia del Señor y su perdón con los que se convierten a El!” (Si. 17, 29).

“El Señor es clemente y compasivo, tardo a la cólera y grande en Amor (Sal. 145, 8).

“Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación: (Lc. 1, 50).

“Sean misericordiosos, como es misericordioso el Padre de ustedes” (Lc. 6, 36).

“Pero Dios es rico en misericordia. ¡Con qué amor tan inmenso nos amó!
Estábamos muertos por nuestras faltas y nos hizo revivir con Cristo.
¡Por pura gracia ustedes han sido salvados!” (Ef. 2, 4-5).

Para acceder a su misericordia, Jesús exige de nosotros la confesión de nuestras culpas.

‘Si decimos: «no tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros.

Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es Dios para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia’ (1 Jn 1,8-9).

Como un médico que quita las vendas de la herida para curarla, Dios, mediante su palabra y su espíritu, proyecta una luz viva sobre nuestros pecados.

JESUS DIVINA MISERICORDIA

La Fiesta de la Misericordia: Domingo después de Pascua de Resurrección.

Instituida oficialmente por la Iglesia en el año 2000, por el Papa Juan Pablo II.
Con debidas Indulgencias recibidas en la Fiesta de la Divina Misericordia.

El Señor le pide a Santa Faustina, por lo menos 14 veces, que se instituya oficialmente una "Fiesta de la Misericordia" (Diario de Santa Faustina)

Esta Fiesta surge de Mi piedad mas entrañable...Deseo que se celebre con gran solemnidad el primer domingo después de Pascua de Resurrección....

Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y abrigo para todas las almas y especialmente para los pobres pecadores.
Las entrañas mas profundas de Mi Misericordia se abren ese día.

Derramaré un caudaloso océano de gracias sobre aquellas almas que acudan a la fuente de Mi misericordia.

El alma que acuda a la Confesión, y que reciba la Sagrada Comunión, obtendrá la remisión total de sus culpas y del castigo...

Qué el alma no tema en acercarse a Mi, aunque sus pecados sean los más atroces que uno se pueda imaginar.

Toda Comunión recibida con corazón limpio, tiende a restablecer en aquel que la recibe la inocencia inherente al Bautismo, puesto que el Misterio Eucarístico es "fuente de toda gracia".

Nuestro Señor manifestó a Santa Faustina que en la "Fiesta de la Misericordia" se abrían todas las compuertas a través de las cuales fluían las gracias divinas.
Gracias de conversión y perdón de los pecados.

Véase también:Jesús Divina Misericordia. Mensaje de Jesús Misericordioso.--->

ORACION PARA PEDIR PERDÓN POR LOS PECADOS.

Señor y Dios mío:
te damos gracias tu Bondad y Misericordia Infinita,
porque siempre nos perdonas,
porque derramas
constantes gracias de arrepentimiento.

Quiero aprovechar, Dios de Bondad y Misericordia,
todas esas gracias inmerecidas
que pones permanentemente
a nuestra disposición.

Perdome Dios mío, he pecado, he manchado
mi alma, con toda clase de pecados.
Lávame Señor con la Sangre de
tu Hijo Jesucristo, Sangre Redentora.
Sálvame Señor de morir en pecado mortal,
te lo pido por el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la
Divinidad de tu muy amado Hijo Jesucristo.

¡Gracias por recibirme, a pesar de mis pecados!
¡Gracias por darme la alegría del perdón!
¡Gracias por tu infinita Bondad y Misericordia!
Amén.

MISERICORDIA DIOS MIO.

Arrepentimiento del pecador hacia Dios en el Salmo 50.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra tí, contra tí sólo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.

Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.

Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.

Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.

Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.

Mi sacrificio es un espíritu arrenpentido;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.

Dichos y Frases


El tiempo y la paciencia hacen más que la fuerza y la violencia. (Gallego)

La paciencia tiene más poder que fuerza.

La verdadera libertad consiste en el dominio absoluto de si mismo.(Herbert Spencer)

No entres donde libremente no puedas salir. (anónimo)

Si quieres que algo se diga, pídeselo a un hombre. Si quieres que algo se haga, pídeselo a una mujer. (Británico)

Cuánto más se conoce a los hombres, más se admira a los perros. (Irlandés)

Temed al amor de la mujer, más que al odio del hombre.(Español)